2013
El año 2013 estuvo marcado por una primavera y verano muy suaves, donde el viento de levante prácticamente no tuvo presencia. Este hecho, sumado a una pluviometría típica de nuestra zona, 620 litros, hizo que los vinos fueran muy elegantes. Esta finura se ha desarrollado a lo largo de toda la crianza de los vinos del 2013 resultando ser una de las grandes añadas de palmas de la década.
2014
La vendimia de 2014 supuso una vuelta a rendimientos más normales, con una producción algo menor que en la campaña anterior que conllevó una calidad en general excelente. El año agrícola estuvo marcado por un bajo nivel de lluvias. Tuvimos temperaturas suaves imperantes durante los meses de julio y agosto y la práctica ausencia de vientos de levante hizo que la uva no sufriera previamente a la vendimia. Las labores de corta comenzaron en los pagos del interior a comienzos de agosto.
2015
Tras un invierno moderadamente lluvioso, con una media ligeramente inferior a la registrada normalmente, la primavera fue muy seca, y la práctica ausencia de levante durante la segunda parte del verano, tuvieron una incidencia muy positiva en la evolución del estado fenológico de la vid. Además, las lluvias del invierno se extendieron a lo largo de un número importante de días, sin que se produjera erosión del terreno y creando en el subsuelo las reservas hídricas necesarias. La vendimia comenzó en una fecha temprana, como consecuencia del calor extremo registrado durante el comienzo del verano, aunque las temperaturas relativamente suaves de la segunda parte de agosto provocaron una ralentización del viñedo, alcanzando el grado óptimo de madurez.
2016
El año agrícola fue relativamente seco, a pesar de las lluvias torrenciales que afectaron a nuestra zona en el mes de mayo. Por otra parte, los vientos de levante fueron la tónica general durante buena parte del mes de julio y toda la primera quincena de agosto. Como es sabido, el levante tiene una incidencia directa sobre la maduración de la uva, y al mismo tiempo sobre la concentración. Gracias a estas condiciones, podemos hablar de una de las añadas más equilibradas y mejor definidas de las últimas décadas.
2017
Tras una vendimia muy escasa en el 2016, la de 2017 supuso un incremento notable de los rendimientos. La pluviometría estuvo repartida y sin grandes tormentas, manteniendo el suelo con un buen nivel de humedad y sin perdidas por exceso de agua ni problemas de erosión del terreno. Durante la primavera cayeron unos 200 l/m² intercalados a lo largo de varios episodios de lluvia. El verano fue seco, pero con algunas rociadas matinales posteriores a los periodos de calor intenso. Durante los últimos días de julio y la primera quincena de agosto predominaron las altas temperaturas con levantes moderados, lo que se tradujo finalmente en graduaciones altas, y mucha concentración.
2018
Las condiciones meteorológicas resultaron en una de las vendimias más tardías de los últimos años. La pluviometría superó la media histórica, registrándose 630 litros por metro cuadrado en Jerez y cantidades muy superiores, incluso de hasta 800 litros, en pagos concretos de la región. La circunstancia meteorológica más destacable fue la inusual distribución que tuvieron esas lluvias a lo largo del año. Si lo normal es que las precipitaciones se produzcan mayoritariamente en otoño e invierno, en la pasada campaña casi dos tercios del total, se recogieron entre los meses de marzo, abril y mayo. Por otra parte, las temperaturas durante la primera parte del verano fueron inusualmente suaves, con escasos días de levante durante el mes de julio, lo que ralentizó la maduración de la uva.
2019
El período 2018/19 fue especialmente seco, con apenas 400 litros por metro cuadrado de media en la región, desigualmente repartidos por los distintos pagos y muy lejos de la media anual, superior a 600. La lluvia registrada se ha concentrado además en el otoño y a principios del invierno, mientras que la primavera fue extremadamente seca. Además, el verano fue singularmente suave, con temperaturas significativamente inferiores a la media durante el mes de julio y prácticamente sin vientos de levante. El mes de agosto trajo temperaturas más altas, pero también lejos de las máximas de otros años. En definitiva, la uva maduró de forma muy suave, lo que redundó en una muy alta calidad de los mostos.
2020
Siguiendo la tendencia de la campaña anterior, la vendimia de 2020 fue una vendimia corta en producción. Las razones de esta baja producción hay que buscarlas obviamente en las condiciones meteorológicas que presidieron el año agrícola, con un otoño y un invierno muy secos, a excepción de algunos temporales cortos en el período navideño. En total, la pluviosidad rondó los 500 litros por metro cuadrado a lo largo del año agrícola, muy por debajo de los 600 habituales. Las temperaturas suaves registradas en febrero provocaron un adelanto de la brotación, con los consiguientes riesgos para las yemas incipientes si volvían los fríos antes del fin del invierno. Hasta principios de primavera no llegaron las lluvias, que fueron muy abundantes; ello hizo modificar las perspectivas negativas que auguraban la prolongada sequía, pero tuvo un impacto muy significativo sobre el ciclo de la planta.
2021
El invierno del 2020 concentró casi todas las precipitaciones del año, siendo la primavera del 2021 más seca. El invierno fue suave provocando un adelanto en brotación, situación que, tras una primavera también suave, provocó un record de fecha de comienzo en vendimia.
El verano fue suave con vientos de levante moderados haciendo que la uva aguantara muy bien en la cepa, con gran sanidad, y dando graduaciones más bajas de lo habitual.